Los patólogos no podemos conformarnos con leer solamente libros técnicos y artículos científicos sobre nuestra disciplina. Ya William Osler recomendaba con insistencia que todo aquel que se dedicase a la profesión médica haría bien en procurarse una biblioteca personal, incluso una “biblioteca junto a la cama”, para no dormir sin antes haber leído algunas páginas de un buen libro.
Por fortuna, hoy más que nunca es relativamente fácil seguir ese consejo. No precisamos tener agentes literarios destacados en varias partes del mundo (como los tenía Osler) para conseguir los libros que nos interesan. Con los medios que están a nuestro alcance, prácticamente todos podemos tener nuestra propia biblioteca, ya sea de libros impresos o bien en formato electrónico.
No me atrevería ni siquiera a sugerir una lista de “libros indispensables”, porque cada uno debe preocuparse de buscar la suya, aunque es verdad que hay autores cuya lectura puede recomendarse sin dudar a quienes practicamos la Anatomía Patológica. Ejemplos cercanos son los libros del Dr. Ruy Pérez Tamayo y los del doctor Francisco González Crussí.
Quiero aquí recomendar también los libros del doctor Guido Majno (1922-2010), un patólogo italiano formado en Suiza que practicó su profesión en los Estados Unidos de Norteamérica e hizo contribuciones fundamentales a la comprensión de los mecanismos vasculares de la respuesta inflamatoria. También describió el papel contráctil de los miofibroblastos en el tejido de granulación. El artículo que escribió sobre la muerte celular (Apoptosis, oncosis and necrosis: An overview of cell death. Am J Pathol 1995, 146: 3-15) ha sido citado unas dos mil veces. Su libro The Healing Hand: Men and Wound in the Ancient World (Harvard University Press, 1975) es una obra maestra de la Historia de la Medicina, que podemos calificar de legendaria.
Junto con su esposa, Isabelle Joris, escribió un libro de Patología general del que aparecieron dos ediciones: Cells, Tissues and Disease. Principles of General Pathology (Blakwell Science, 1996 y Oxford University Press, 2004). A este libro extraordinario me quiero referir aquí.
Creo que, pese a los años transcurridos desde que su publicación, es una obra de consulta ampliamente recomendable. No sólo por su formato, contenido y bellas ilustraciones, sino particularmente por la fina pluma de su autor. Un libro de Patología general con referencias históricas de los diferentes temas tratados que lo convierten en una fuente inagotable de conocimiento que integra las ciencias y las humanidades, anulando así aquella brecha que tradicionalmente las separaba desde que fue definida por C. S. Snow en su conferencia The two cultures (1959).
Quiero resaltar aquí de Cells, Tissues and Disease. Principles of General Pathology un párrafo de su primer capítulo titulado The Long Road to Elementary Patient (El largo camino hasta el paciente primordial), en el que podemos leer lo siguiente: “Cada rama de la ciencia tiene su unidad elemental; para la física es el átomo, para la química es la molécula. La Medicina es tanto un arte como una ciencia; como arte, su unidad elemental siempre ha sido el paciente; como ciencia, su unidad primordial es la célula. De hecho, la medicina moderna es un regalo del microscopio (las negritas son mías)”.
Leyéndolo, me reafirmo en la idea que ya expuse en la entrada del 13 de diciembre de 2020 El patólogo es un médico. Dicho con tanta elegancia y precisión como lo hace el doctor Majno, no queda ninguna duda de su absoluta veracidad. Los patólogos somos los médicos de las células y los tejidos, una idea con un derivado práctico de enorme trascendencia al servicio de aquellos colegas y pacientes que confían en nuestro trabajo.
Lo anterior nos remite a lo expresado por Rudolf Virchow en la conferencia que impartió en el Instituto de Patología de la Universidad de Berlín el 10 de febrero de 1858: “El punto principal de la aplicación de la histología a la patología es reconocer el hecho de que la célula es el último elemento morfológico en el que se da la manifestación de la vida”.
Por eso creo que todos nosotros debemos defender siempre lo que ya expresaba desde su primera edición el Sistema Bethesda para redactar los reportes de citología cérvico-vaginal: el estudio de las muestras citológicas y la elaboración del informe consiguiente por el patólogo son una verdadera interconsulta médica.
Dicho con otras palabras, he aquí lo que expresa el doctor A. Bernard Ackerman en su libro A philosophy of practice of surgical pathology: dermatopathology as model (Ardor Scribendi, 1999): “…un patólogo debe tener un conocimiento muy sólido de la medicina clínica que le permita integrar en cada caso facetas tan diferentes como la microbiología, la inmunología, la hematología, la biología y la terapéutica. Un histopatólogo que sólo use el microscopio para identificar imágenes y que no vea al paciente que está más allá de cada laminilla está más cerca de un filatelista que de un verdadero médico”.
Publicado por: Luis Muñoz Fernández